miércoles, 13 de enero de 2010

Lenguas muertas, lenguas vivas


Res Gestae (Augusto)

Una persona ajena a ciertos ámbitos puede pensar que el estudio de las lenguas denominadas “muertas” es algo inútil e insustancial, que lo que hay que aprender en el día de hoy no es otra cosa que el inglés y poco más. Evidentemente, las lenguas del ayer tienen una importancia vital pues gracias a ellas, a su comprensión y estudio se han podido hilvanar pedazos de historia junto a otros factores.

Algo que permanece claro, es que el aprendizaje de dichas materias viene dada normalmente por especialistas en campos muy concretos, ya sea con el latín, el griego, el egipcio o el acadio (por citar una rama muy conocida). Con certeza se puede afirmar que el egipcio mediante el estudio de jeroglíficos tiene algo más de llamamiento en la sociedad, en parte, dado por la egiptomanía dada durante el Siglo XIX.


Sin ir más lejos, centrándonos en el propio latín, lengua madre de la cultura europea y del que derivan todo un abanico de ramas secundarias utilizadas en la actualidad, tenemos un amplio cuerpo de leyes (lo conocido como derecho romano), pilares básicos de nuestros códigos y leyes. Otro afluente, todos los autores clásicos que tanto en latín y griego han llegado a nosotros y así podríamos contar infinidad de tantos otros ejemplos.


En ocasiones me da por pensar que la gente piensa que toda esa cultura viene de manera espontánea, sin embargo, hay muchos especialistas que trabajan por una traducción acorde, una labor que se puede trazar ardua y complicada en más de una ocasión, un simple matiz es capaz de cambiar el curso de la historia.


El mundo de la filología es apasionante y clave, pero uno más dentro de la fabricación histórica. Hoy, tras tanto tiempo sin actualizar debido a asuntos académicos, quería dejar claro que no hay lenguas muertas, salvo las que callan ante el día a día que vivimos.


Fragmento del libro de la salida a la luz del día (conocido como libros de los muertos)

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