sábado, 16 de junio de 2012

Serenidad

Hoy no encuentro mejor momento para dejar algunas palabras marcadas sobre este blog de páginas amarillentas. Tal vez sea el amargo del té en mi boca,-evocador de parajes arropados por un dorado atardecer -o la guitarra vieja que adormece mis sentidos, ya mermados por unos días de pretérito tiempo, algo aciagos en salud. Lo cierto es que arranqué la pluma de su estuche y comencé a trazar palabras anodinas, sin más guiso que despistar el alma de la ficticia realidad con la que nos despertamos cada día.

Allí estaba yo, escribiendo silencios rasgados por el leve gemido del acero tintado sobre los blancos espacios de aquel cuaderno. Perdiéndome en la calma del crepúsculo, paseando a través de una senda rodeada por árboles y pequeños arbustos, cobijo de pájaros cantores que flirtean con su sombra. Sereno, tranquilo, con ganas de emprender un viaje sin destino, ser vagante en el camino. 

Tras cerrar el libreto de notas, me sentía saciado, con ganas de aprender en ese viaje itinerante que supone la vida, sin más meta que sonreír a cada paso dado, disfrutando, saboreando, sin el bullir ni el agobio en el que se nos envuelve y por el cual tantas veces nos dejamos llevar. Queremos ser tanto que nos olvidamos de nosotros mismos y de aquellos que siempre nos tienden una mano.

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